Empujones, burlas, insultos, vejaciones, golpes, incluso cortaduras, son agresiones que menores de edad viven dentro de las es cuelas y que a nadie cuentan.
De acuerdo al portal hastaaqui.org, del Consejo Ciudadano, 62% de los niños y adolescentes que ingresan al sitio no hablan del problema con alguien. Y en el caso de las denuncias telefónicas, 86% corresponde a querellas de padres de familia.
Al no platicar la situación de abuso en la que viven, las consecuencias psicológicas se hacen evidentes semanas o meses después.
“Pueden tener pesadillas, enuresis (mojan la cama), cambian sus hábitos alimenticios (comer mucho o poco). Hay jóvenes que sufrieron bullying hace tres o cuatro años y ahora tienen obesidad”, señaló a Publimetro, Estela Durán, psicóloga de Terapia Breve.
Por otro lado, los niños que platican con sus padres sobre el hecho son inscritos a otros colegios dejando el problema de la violencia sin solución.
“En todos los casos el agredido se cambia de escuela y el agresor se queda tan campante y se adueña de la autoridad. Hay niños que tienen secuestrados los baños, a los que se les paga tributo por entrar”, mencionó por separado Trixia Valle, directora de la Fundación en Movimiento.
Para los especialistas, la atención y las medidas preventivas deben ser atendidas por quienes viven la agresión como quien la ejerce e, incluso, los padres de familia de los implicados.
“En la medida que no se interiorice hacia dónde va el alcance de la violencia, podemos seguir hablando, pero de nada sirve que haya gente que tome cursos y saliendo de éstos se pelee con el vecino”, explicó Milagros Figueroa, especialista de la Facultad de Psicología de la UNAM.
En enero de 2012, se publicó la Ley para la promoción de la convivencia libre de violencia en el entorno escolar del Distrito Federal, la cual contempla las acciones a seguir hacia los menores que se encuentren en situaciones de bullying. Sin embargo, no se condiciona al adulto responsable del menor para que éste reciba tratamiento psicológico.
“En ningún lugar se obliga al padre de familia a que atienda a su hijo. Si un niño con ese daño perjudica a otro, hace que la mayoría sufra y que tenga malas condiciones educativas”, precisó Trixia Valle.