En la práctica, violenta el proceso natural educativo de la persona a esa edad y, definitivamente, lleva a la violencia extrema de una excitación precoz de la sexualidad a la que reduce únicamente a lo corporal-genital y al placer como resultado. Altera el proceso natural de afirmación de la identidad sexual genético-biológica y exalta más una supuesta capacidad de elección personal del fenotipo que se quiera, haciendo violencia a la vez, al derecho indelegable de papá y mamá de acompañar a sus hijos en el proceso natural de identificación con su propio sexo. Viola también el proceso de maduración de la persona que necesita crecer gradualmente en su capacidad de ejercer su libertad, ponderando las opciones que tiene y que la ciencia fija más o menos a los veinticinco años, tiempo de maduración del lóbulo frontal.

Los hechos mismos indican que, si esto se realiza, se dará un tremendo bullying ya no en los patios escolares, sino en los mismos salones de clases y los acosadores serán las instituciones que promueven esta ideología y -quizá a su pesar-, los mismos maestros serán quienes se conviertan en realizadores de un bullying directo e injusto (como toda violencia), que producirá resultados psicológicos terribles en la personalidad de los niños pues será un ataque no sólo físico o psicológico, sino antropológico, ya que por propia iniciativa querrán hacer un rediseño del ser humano y, por si fuera poco, todo ello al margen de papá y mamá. Así pues, el bullying que se hará será no sólo a los niños sino también a los padres, a la familia, a la verdad, a la realidad y al futuro de la Nación. ¿Seremos cómplices silenciosos de este bullying? La tolerancia con el mal y la mentira, no es tolerancia, es debilidad… y complicidad.