Hoy la modernidad, el individualismo, la promoción del egocentrismo, la mal llamada aldea global, la necesidad de trabajar del padre y de la madre que derivan en la falta de una educación primaria básica, que son los siete primeros años de ejemplo y convivencia en casa; la bajísima calidad de contenidos en la televisión, el acceso de niños y jóvenes a la tecnología individualizada, la promoción de una vida material y utilitarista donde lo importante es ser popular, tener dinero y una vida socialmente activa fuera de casa y muchos aspectos más, nos han puesto en serios dilemas respecto a la conducta y cultura a las que hoy debemos adaptarnos. Desgraciadamente hoy no está de moda ser educado, hablar correctamente ni ser puntual, entre lo básico.
La ética y los valores son un modelo de vida y quien los ejerce comprueba la esperanza de alcanzar una vida mejor en el orden y responsabilidad, es decir en plenitud.
Los conflictos que se viven actualmente en las escuelas respecto al acoso o bullying nos obligan a revisar nuevamente la estructura y responsabilidad que tenemos los educadores con respecto a entender una “Formación Integral”. La educación en cualquier nivel debe de buscar como objetivo final la capacidad del ser humano para aspirar a la felicidad.
A partir de 1960, la psicología de la educación tuvo un gran desarrollo debido a los cambios sociales que empezaron a manifestarse en las sociedades más avanzadas. La expansión de la educación formal al conjunto de las poblaciones, clases sociales y segmentos de edad históricamente ignorados por los sistemas educativos, produjo efectos similares sobre el desarrollo y la profesionalización de la actividad educativa.
Para explicar el porqué un niño altera el orden en su clase, se puede apelar a la teoría del condicionamiento instrumental u operante de B. F. Skinner que describe cómo los esfuerzos forman y mantienen una conducta determinada. La violencia en la escuela puede explicarse, en parte, a través de la teoría del psicólogo canadiense Albert Bandura (1963), que hace referencia a las condiciones en las que se aprende a imitar modelos.
La implicación de la Psicología Educativa en cuanto al desarrollo, ponderó la teoría del psicólogo suizo Jean Piaget, que señala distintas etapas del desarrollo intelectual; postula que la capacidad intelectual es cualitativamente distinta en las diferentes edades, y que el niño necesita de la interacción con el medio para adquirir competencia intelectual. Esta teoría ha tenido una influencia esencial en la psicología de la educación y en la pedagogía, afectando al diseño de los ambientes y los planes educativos. El tiempo que los profesores dedican a la enseñanza, los contenidos que cubren, el porcentaje de tiempo que los alumnos dedican al aprendizaje, la congruencia entre lo que se enseña y lo que se aprende, y la capacidad del profesor para ofrecer directrices (reglas claras), suministrar información a sus alumnos sobre su progreso académico, hacerlos responsables de su comportamiento, y crear una atmosfera cálida y democrática para el aprendizaje.
La relación Maestro-Alumno en una calidad básica, da sentido a la idea de escuela, mantiene esa posibilidad del “ser educable” que presenta desafíos de la educación. Señala Morín: “…la hiperespecialización impide ver lo global (que fragmenta en parcelas) y lo esencial (que disuelve). Ahora bien, los problemas esenciales nunca son fragmentarios y los problemas globales son cada vez más esenciales”, debido a exigencias de las mega-tendencias mundiales, que afectan las identidades culturales, crean vacíos en espacios sociales, generando muchos mecanismos de exclusión, que se traducen en hechos o fenómenos como el suicidio de jóvenes que suma un millón al año, probablemente causados por la “depresión y acoso”. No obstante, si este dato es de suyo aterrador, lo hace mucho más significativo el saber que poco menos de cinco millones más de jóvenes intentan el suicidio sin conseguirlo en el mismo periodo de tiempo.
La “depresión” representa, con mucho, la mayor “pandemia” mundial . Es posible comprender que educar es una responsabilidad de todos y esta no es solo una tarea que se adquiere en la escuela.
Educar no es sólo escolarizar; una educación debe ser integral, es decir, del cuerpo, su discutible salud; de la “psique” para alumbrar equilibradamente nuestro entendimiento y experiencia y con ello nuestra “realidad psíquica” de nuestra inteligencia de sentir y privilegiar el sentido pleno de nuestras emociones en un desarrollo intelectivo que faculte al espíritu que debemos forjarnos para ser libres y educados y para ser, personas que vinculen sus expectativas de relación con el otro; resignificar la verdad de cada quién, hacia una verdad colectiva, de identidad social, cultural, ética y moral.
Las escuelas juegan un papel indispensable, pues en ellas los jóvenes de México se forman en los aspectos profesional, social y ético. Necesitamos que los futuros líderes de este país asuman las nuevas responsabilidades que implica vivir en un país abierto, libre y democrático; necesitamos que tengan valores sólidos de identidad e integridad ética, moral y social, que les permitan hacer frente con éxito a los retos de la competencia global; así mismo, necesitamos de la participación activa de las instituciones en la búsqueda de los objetivos a los que aspiramos todos: una sociedad más transparente y justa, en la que prevalezcan la legalidad y la integridad, compartiendo con la sociedad la responsabilidad de sembrar para el futuro, la semilla de un mejor país, más transparente.
Es fundamental que las instituciones académicas, particularmente en la organización de su proyecto institucional incorporen valores éticos, morales, sociales y las ostenten en la práctica educativa con congruencia y pertinencia; empezando con el ejemplo que den las autoridades académico-administrativas; los profesores que enfaticen criterios de conducta orientados a establecer lo importante y lo que exactamente se espera de los estudiantes, docentes y de las mismas autoridades, destacando la construcción de una cultura de apego a la ley y de integridad en las instituciones como instancias inmejorables para lograr el aprendizaje de valores.
En estos espacios los estudiantes comparten con profesores y compañeros vivencias con las que forman y ejercitan valores tales como responsabilidad, trabajo en equipo, tolerancia, honestidad, diálogo, integridad y honorabilidad.
La promoción y el respeto a valores éticos y sociales brindan un patrón de integridad que contribuye en los colegios a mejorar sus resultados y lograr sus objetivos. Una escuela en la que sus integrantes cumplen adecuadamente con lo que se espera de ellos, gana inevitablemente el aprecio de su comunidad y construye un estatus que es imposible obtener de otra manera.
Sabemos que la promoción y adopción de valores es una tarea difícil y que los resultados posiblemente no los veamos en el corto plazo. Pero también estamos convencidos de que éste es el mejor momento para iniciar la construcción de nuevas reglas de convivencia social que nos permitan convertirnos en una sociedad más exitosa, dentro de un contexto global que presenta exigencias y retos para todos, es menester ocuparnos de una Enseñanza Educativa y empezar a dejar la Enseñanza Cognitiva; empezar a gestar una reforma del pensamiento.
Las instituciones de educación no solamente son lugares en donde se producen y transmiten conocimientos; son organizaciones del conocimiento en donde la convivencia entre estudiantes, el ejemplo de los profesores, la forma en que se organiza administrativamente la institución, cumplimiento de las normas y de sus valores son parte fundamental de la formación social y humana del estudiante y de quienes colaboran en la institución.
La convivencia cotidiana con otros estudiantes y con los profesores, así como la interacción con una serie de normas académicas y administrativas, además de los valores propios de la institución, hacen que el proceso de aprendizaje incluya, además de los conocimientos académicos, principios de convivencia social, de relación con la autoridad y de participación en las decisiones que contribuyen a formar la personalidad de los estudiantes.
El aprendizaje, es una experiencia intelectual, pero también personal, social y ética. La práctica cotidiana de valores éticos y de integridad es esencial para que cumplan con su función educativa y de formación humana, considerando la participación de los padres de familia.
Los códigos, al formar parte de una comunidad compartida, se significan en una cultura de constitución axiológica, y van a contribuir a que el estudiante construya un esquema de prioridades en el que se establezcan nociones acerca de lo que es sustancial y aquello que no lo es; entre lo que le parece benéfico y deseable, y lo que es dañino e inconveniente; entre sí es mejor ser egoísta o sentir esa revivencialización necesaria para tener esa empatía con los demás seres humanos.
“Las instituciones que mantienen reglas y valores orientados por criterios de conocimiento humano integrado y una posición ética, generalmente obtienen mejores resultados académicos y crean un ambiente en el que alumnos y profesores están satisfechos de pertenecer a ellas”.
Las escuelas son espacios sociales de formación personal, profesional, intelectual y ética para quienes las integran.
Cuando en una institución educativa no se atienden principios de honestidad, de respeto y de integridad, se crea un ambiente en el cual las reglas no son respetadas e invade a los estudiantes y profesores un sentimiento de vergüenza y de decepción sobre su pertenencia a la institución. También crece la apatía, lo cual afecta la relación con los demás, ya que nadie se siente comprometido con su deber, lo que va erosionando la confianza que debe existir en toda relación profesional y personal.
Debemos educar y organizar también nuestra voluntad personal y colectiva, alertar nuestro espíritu, estimularlo a corregir y reparar errores, orientarlo a la práctica del interés general y el bien común, y al entendimiento de cambiar el paradigma, de impulsar la ética y de poseer una conciencia definida de ir evolucionado, de reconocernos en una constante trascendencia de nuestros valores, estructurándonos por ser mejores cada día, por nosotros mismos y por la responsabilidad ofrecida al “otro” ser humano.
Hoy la modernidad, el individualismo, la promoción del egocentrismo, la mal llamada aldea global, la necesidad de trabajar del padre y de la madre que derivan en la falta de una educación primaria básica, que son los siete primeros años de ejemplo y convivencia en casa; la bajísima calidad de contenidos en la televisión, el acceso de niños y jóvenes a la tecnología individualizada, la promoción de una vida material y utilitarista donde lo importante es ser popular, tener dinero y una vida socialmente activa fuera de casa y muchos aspectos más, nos han puesto en serios dilemas respecto a la conducta y cultura a las que hoy debemos adaptarnos. Desgraciadamente hoy no está de moda ser educado, hablar correctamente ni ser puntual, entre lo básico.
La ética y los valores son un modelo de vida y quien los ejerce comprueba la esperanza de alcanzar una vida mejor en el orden y responsabilidad, es decir en plenitud.
Los conflictos que se viven actualmente en las escuelas respecto al acoso o bullying nos obligan a revisar nuevamente la estructura y responsabilidad que tenemos los educadores con respecto a entender una “Formación Integral”. La educación en cualquier nivel debe de buscar como objetivo final la capacidad del ser humano para aspirar a la felicidad.
A partir de 1960, la psicología de la educación tuvo un gran desarrollo debido a los cambios sociales que empezaron a manifestarse en las sociedades más avanzadas. La expansión de la educación formal al conjunto de las poblaciones, clases sociales y segmentos de edad históricamente ignorados por los sistemas educativos, produjo efectos similares sobre el desarrollo y la profesionalización de la actividad educativa.
Para explicar el porqué un niño altera el orden en su clase, se puede apelar a la teoría del condicionamiento instrumental u operante de B. F. Skinner que describe cómo los esfuerzos forman y mantienen una conducta determinada. La violencia en la escuela puede explicarse, en parte, a través de la teoría del psicólogo canadiense Albert Bandura (1963), que hace referencia a las condiciones en las que se aprende a imitar modelos.
La implicación de la Psicología Educativa en cuanto al desarrollo, ponderó la teoría del psicólogo suizo Jean Piaget, que señala distintas etapas del desarrollo intelectual; postula que la capacidad intelectual es cualitativamente distinta en las diferentes edades, y que el niño necesita de la interacción con el medio para adquirir competencia intelectual. Esta teoría ha tenido una influencia esencial en la psicología de la educación y en la pedagogía, afectando al diseño de los ambientes y los planes educativos. El tiempo que los profesores dedican a la enseñanza, los contenidos que cubren, el porcentaje de tiempo que los alumnos dedican al aprendizaje, la congruencia entre lo que se enseña y lo que se aprende, y la capacidad del profesor para ofrecer directrices (reglas claras), suministrar información a sus alumnos sobre su progreso académico, hacerlos responsables de su comportamiento, y crear una atmosfera cálida y democrática para el aprendizaje.
La relación Maestro-Alumno en una calidad básica, da sentido a la idea de escuela, mantiene esa posibilidad del “ser educable” que presenta desafíos de la educación. Señala Morín: “…la hiperespecialización impide ver lo global (que fragmenta en parcelas) y lo esencial (que disuelve). Ahora bien, los problemas esenciales nunca son fragmentarios y los problemas globales son cada vez más esenciales”, debido a exigencias de las mega-tendencias mundiales, que afectan las identidades culturales, crean vacíos en espacios sociales, generando muchos mecanismos de exclusión, que se traducen en hechos o fenómenos como el suicidio de jóvenes que suma un millón al año, probablemente causados por la “depresión y acoso”. No obstante, si este dato es de suyo aterrador, lo hace mucho más significativo el saber que poco menos de cinco millones más de jóvenes intentan el suicidio sin conseguirlo en el mismo periodo de tiempo.
La “depresión” representa, con mucho, la mayor “pandemia” mundial . Es posible comprender que educar es una responsabilidad de todos y esta no es solo una tarea que se adquiere en la escuela.
Educar no es sólo escolarizar; una educación debe ser integral, es decir, del cuerpo, su discutible salud; de la “psique” para alumbrar equilibradamente nuestro entendimiento y experiencia y con ello nuestra “realidad psíquica” de nuestra inteligencia de sentir y privilegiar el sentido pleno de nuestras emociones en un desarrollo intelectivo que faculte al espíritu que debemos forjarnos para ser libres y educados y para ser, personas que vinculen sus expectativas de relación con el otro; resignificar la verdad de cada quién, hacia una verdad colectiva, de identidad social, cultural, ética y moral.
Las escuelas juegan un papel indispensable, pues en ellas los jóvenes de México se forman en los aspectos profesional, social y ético. Necesitamos que los futuros líderes de este país asuman las nuevas responsabilidades que implica vivir en un país abierto, libre y democrático; necesitamos que tengan valores sólidos de identidad e integridad ética, moral y social, que les permitan hacer frente con éxito a los retos de la competencia global; así mismo, necesitamos de la participación activa de las instituciones en la búsqueda de los objetivos a los que aspiramos todos: una sociedad más transparente y justa, en la que prevalezcan la legalidad y la integridad, compartiendo con la sociedad la responsabilidad de sembrar para el futuro, la semilla de un mejor país, más transparente.
Es fundamental que las instituciones académicas, particularmente en la organización de su proyecto institucional incorporen valores éticos, morales, sociales y las ostenten en la práctica educativa con congruencia y pertinencia; empezando con el ejemplo que den las autoridades académico-administrativas; los profesores que enfaticen criterios de conducta orientados a establecer lo importante y lo que exactamente se espera de los estudiantes, docentes y de las mismas autoridades, destacando la construcción de una cultura de apego a la ley y de integridad en las instituciones como instancias inmejorables para lograr el aprendizaje de valores.
En estos espacios los estudiantes comparten con profesores y compañeros vivencias con las que forman y ejercitan valores tales como responsabilidad, trabajo en equipo, tolerancia, honestidad, diálogo, integridad y honorabilidad.
La promoción y el respeto a valores éticos y sociales brindan un patrón de integridad que contribuye en los colegios a mejorar sus resultados y lograr sus objetivos. Una escuela en la que sus integrantes cumplen adecuadamente con lo que se espera de ellos, gana inevitablemente el aprecio de su comunidad y construye un estatus que es imposible obtener de otra manera.
Sabemos que la promoción y adopción de valores es una tarea difícil y que los resultados posiblemente no los veamos en el corto plazo. Pero también estamos convencidos de que éste es el mejor momento para iniciar la construcción de nuevas reglas de convivencia social que nos permitan convertirnos en una sociedad más exitosa, dentro de un contexto global que presenta exigencias y retos para todos, es menester ocuparnos de una Enseñanza Educativa y empezar a dejar la Enseñanza Cognitiva; empezar a gestar una reforma del pensamiento.
Las instituciones de educación no solamente son lugares en donde se producen y transmiten conocimientos; son organizaciones del conocimiento en donde la convivencia entre estudiantes, el ejemplo de los profesores, la forma en que se organiza administrativamente la institución, cumplimiento de las normas y de sus valores son parte fundamental de la formación social y humana del estudiante y de quienes colaboran en la institución.
La convivencia cotidiana con otros estudiantes y con los profesores, así como la interacción con una serie de normas académicas y administrativas, además de los valores propios de la institución, hacen que el proceso de aprendizaje incluya, además de los conocimientos académicos, principios de convivencia social, de relación con la autoridad y de participación en las decisiones que contribuyen a formar la personalidad de los estudiantes.
El aprendizaje, es una experiencia intelectual, pero también personal, social y ética. La práctica cotidiana de valores éticos y de integridad es esencial para que cumplan con su función educativa y de formación humana, considerando la participación de los padres de familia.
Los códigos, al formar parte de una comunidad compartida, se significan en una cultura de constitución axiológica, y van a contribuir a que el estudiante construya un esquema de prioridades en el que se establezcan nociones acerca de lo que es sustancial y aquello que no lo es; entre lo que le parece benéfico y deseable, y lo que es dañino e inconveniente; entre sí es mejor ser egoísta o sentir esa revivencialización necesaria para tener esa empatía con los demás seres humanos.
“Las instituciones que mantienen reglas y valores orientados por criterios de conocimiento humano integrado y una posición ética, generalmente obtienen mejores resultados académicos y crean un ambiente en el que alumnos y profesores están satisfechos de pertenecer a ellas”.
Las escuelas son espacios sociales de formación personal, profesional, intelectual y ética para quienes las integran.
Cuando en una institución educativa no se atienden principios de honestidad, de respeto y de integridad, se crea un ambiente en el cual las reglas no son respetadas e invade a los estudiantes y profesores un sentimiento de vergüenza y de decepción sobre su pertenencia a la institución. También crece la apatía, lo cual afecta la relación con los demás, ya que nadie se siente comprometido con su deber, lo que va erosionando la confianza que debe existir en toda relación profesional y personal.
Debemos educar y organizar también nuestra voluntad personal y colectiva, alertar nuestro espíritu, estimularlo a corregir y reparar errores, orientarlo a la práctica del interés general y el bien común, y al entendimiento de cambiar el paradigma, de impulsar la ética y de poseer una conciencia definida de ir evolucionado, de reconocernos en una constante trascendencia de nuestros valores, estructurándonos por ser mejores cada día, por nosotros mismos y por la responsabilidad ofrecida al “otro” ser humano.