A los 10 años, el joven que habla y quien prefiere no dar su nombre, no pensaba en las consecuencias que sus actos tenían sobre sus débiles víctimas, ni en lo mucho que eso marcaría sus vidas para siempre; en realidad, confiesa, “a esa edad no tienes conciencia de tus actos, es hasta después cuando te das cuenta de todo el daño que has causado, aunque ya sea muy tarde para repararlo”.
Sin importar cuánto suplicaran, cuántas lágrimas derramaran, ni lo mucho que dijeran que se querían suicidar, nada parecía detener a Martín (nombre ficticio) en sus momentos de fechorías. A los 10 años era un niño que lo tenía todo. No enfrentaba problemas familiares ni económicos, ni de algún otro tipo, incluso era buen estudiante. Nunca, mientras agredía a un compañero, se detuvo a pensar en el dolor que éste podía estar sintiendo. Cuando Martín era estudiante no había un nombre para definir el acoso que ejercía sobre otros; ahora sabemos que él cumple con las características de lo que el argot especializado llama Bully, palabra que se traduce al español como “matón”. Se trata del niño o adolescente que elige como objetivo a alguien vulnerable y dedica todas sus fuerzas y energía a hacerle la vida imposible.
Él es el responsable de que los niños no quieran ir al colegio, finjan enfermedades para evitar lo que les espera en la escuela o, en el peor de los escenarios, opten por privarse de la vida. Pero al igual que un niño que es buleado sufre, puede ser que el Bully también esté sufriendo y no sea capaz de expresarlo.
De acuerdo con cifras de la organización Educadores sin Fronteras, 43% de los niños entrevistados en una encuesta aplicada a 6 mil 180 alumnos, reconocieron agredir a sus compañeros en la escuela. A su vez, 38% de esos menores dijeron vivir una situación de violencia en sus familias o ser golpeados con objetos por sus padres. La estadística es el resultado de un estudio realizado en diversos estados del país. Para Joaquín Quintana, presidente de la asociación Convivencia sin Violencia, la marcada presencia de este fenómeno en nuestro país tiene que ver con la normalización de la violencia que vivimos.
En México, más de 18 millones de alumnos de nivel básico son víctimas de bullying, es decir, 60% de los niños en primaria y secundaria, según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De esta manera, el país se coloca en el primer lugar en casos de bullying con respecto a los demás miembros de la organización.
“La violencia se ha vuelto un estilo de vida, está tan presente en todos los ámbitos que los salones son simplemente un reflejo de nuestro contexto, uno donde la violencia es cosa de todos los días. En México estamos tan acostumbrados a ella que realmente ya no lo vemos como algo malo o nos desensibilizamos ante su presencia”, señala.
Para Joaquín Quintana, quien busca combatir la violencia en todos los ámbitos sociales, el aumento del bullying es consecuencia directa del aumento de la violencia en el país. “Los niños están expuestos repetidamente a la violencia y este es un fenómeno social que tiene muchas repercusiones. Tristemente la violencia se aprende muy fácil y cuando ves que con ella logras cosas se vuelve una forma de poder”, explica el especialista.
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