Ante la crisis de bullying que sufre la sociedad mexicana, un problema que crece sin que nadie lo pueda detener, el senador Mario Delgado ha propuesto una valiosa iniciativa para regular este fenómeno. Como sociedad civil dedicada a erradicar el bullying, agradecemos este interés por parte del Senado.
Sin embargo, consideramos que mientras el acercamiento de la prevención y el monitoreo del bullying es una medida positiva y que puede dar excelentes resultados, las sanciones propuestas dejan una vez más a la escuela en jaque y con 100% de la responsabilidad del comportamiento del alumnado.
El motivo por el cual esto no sólo es complicado, sino hasta injusto, resulta de la realidad en donde los maestros se encuentran maniatados frente a padres de familia que ante cualquier corrección, llamada de atención o tarea extra por mal comportamiento se alebrestan y reclaman acaloradamente, considerando un abuso que se corrijan las malas conductas. Ya ni hablar de sacar a un alumno del salón, y ni qué decir de suspenderlo por uno o varios días o definitivamente; todo lo anterior está prohibido por las nuevas leyes educativas que sobreprotegen —así como lo hacen sus padres— al alumno, que cada vez presenta una peor conducta y calificaciones.
Algunas tendencias educativas proclaman que es importante darle al alumno el derecho a decidir si estudia o no y a qué ritmo quiere hacerlo, educar personalmente a 60 alumnos por salón que en ocasiones no tienen bancas suficientes y cuyo maestro, además de aprenderse sus nombres, debe saber en qué van, qué áreas se les complican y si requieren apoyo extra en sus comportamientos y por qué lo hacen, para que comprendiendo a fondo a cada uno de sus alumnos pueda tomar acciones… ¡Hasta se me fue el aire! Antes de decir: “Guarden silencio”, debe leer 60 fichas para ver si no hiere a nadie con esta medida.
Si bien es importante personalizar al alumnado y dar a cada uno un trato digno, no es eficiente pedir al maestro que se abstenga de tomar medidas comunes con el fin de controlar al grupo y que tengan consecuencias que apliquen para todos… Casi se le está pidiendo que antes de regañar al alumno saque su perfil psico-educativo y vea cómo decirle algo para enfocarse en el desarrollo de su persona y si no lo hace de esta manera los padres de familia le harán “bullying colectivo por abuso y maltrato emocional”. ¡Ah! Pero si evita meterse en problemas con los padres y es demasiado suave con un alumno bully (acosador), la contraparte puede acusarlo y causarle multas y hasta la pérdida de la incorporación por dejar de hacer lo que se cree que debería haber hecho.
¡Qué complicación! Creo que sin el apoyo de los padres —y del sistema mismo— que permita uniformar la disciplina, la labor del maestro se encuentra atada de pies y manos… y por si fuera poco, ¿se le quiere sancionar por no actuar como alguien cree que debería haberlo hecho y hacerlo responsable de que un alumno golpee o moleste a otro?
Me parece que antes de regular, castigar, amenazar y hacer responsables de toda conducta a los maestros, habría que regresarles su autoridad, su control frente a grupo y la dignidad que algunos padres les han quitado.
Artículo publicado en la Revista AZ | Ver en contexto original